
Déficit de atención en niños: ¿cómo la EMT puede ayudar?
Aquí encontrarás noticias y artículos de interés, que te ayudaran a entender y aprender más sobre las enfermedades neurológicas en adultos y niños. Déficit
La adolescencia es una etapa de transformación profunda. Cambian los cuerpos, cambian los intereses, cambia la forma de relacionarse con el mundo. Y no es raro que, entre tanto movimiento, surjan conflictos. Uno de los más desafiantes para padres y educadores es gestionar los problemas de conducta en adolescentes de 13 a 15 años.
Pero, ¿cómo diferenciar una rebeldía pasajera de una señal de alarma real? ¿Cuándo intervenir? ¿Qué herramientas existen? En este artículo, desde Neuromed, analizaremos las causas más comunes, las señales de advertencia y las estrategias más eficaces para ayudar a los adolescentes y acompañarlos sin caer en el autoritarismo ni el abandono.
Entre los 13 y los 15 años, los adolescentes viven un auténtico torbellino físico, hormonal, emocional y social. No es exagerado. La ciencia lo respalda, el cerebro adolescente está en plena reorganización, especialmente la zona prefrontal, encargada del autocontrol, la toma de decisiones y la empatía.
Significa que tus hijos no están locos. Ni tú estás fallando como madre o padre. Es un proceso biológico y emocional que genera conductas inestables, impulsivas o desafiantes, que pueden confundirse fácilmente con mala educación o desobediencia voluntaria.
Los problemas de conducta en adolescentes de 13 a 15 años pueden adoptar formas muy distintas. Algunos ejemplos:
No todos los comportamientos problemáticos indican un trastorno psicológico. A veces son parte de un proceso de afirmación personal, una búsqueda de límites o una forma de pedir atención. Pero si estos comportamientos son persistentes, intensos y afectan la convivencia o el desarrollo del adolescente, conviene actuar.
No hay una única causa detrás de los problemas de conducta. Se trata de una combinación de factores que interactúan de forma compleja.
Cada adolescente es único, por lo que la clave es comprender su entorno, sus emociones y su historia personal.
Algunos comportamientos son señales claras de que algo no va bien y requieren atención especializada:
No esperes a que “se le pase”. Si hay sospechas fundadas, es mejor consultar con un profesional. Cuanto antes se intervenga, más fácil será encauzar la situación.
Sabemos que no hay manuales infalibles para criar adolescentes. Pero sí existen estrategias efectivas que ayudan a reconducir el comportamiento sin destruir el vínculo afectivo.
No todo se soluciona hablando, pero casi todo empieza por escuchar. Pregunta sin juzgar, valida sus emociones y deja espacio para que se exprese.
No minimices lo que siente, incluso si te parece exagerado o absurdo.
Los adolescentes necesitan límites. Pero también necesitan entender el porqué de las normas. No impongas sin explicar, y negocia cuando sea posible. Autoridad no es lo mismo que autoritarismo.
A menudo ponemos el foco en lo que hacen mal. Cambia el chip: señala lo que hace bien, aunque parezca pequeño. La motivación mejora cuando se reconoce el esfuerzo.
Buscar ayuda no es un fracaso como padre o madre. Es una decisión valiente. Un psicólogo o psiquiatra infanto-juvenil puede detectar si hay un trastorno subyacente, orientar a la familia y ofrecer herramientas personalizadas.
Algunas familias esperan demasiado por miedo al estigma. Pero cuanto antes se actúe, mayores serán las posibilidades de éxito. Los problemas de conducta en adolescentes de 13 a 15 años no son una sentencia; son una llamada de atención que puede reconducirse con el enfoque adecuado.
Crear un entorno sano desde la infancia es fundamental. Aunque no hay fórmulas mágicas, algunas prácticas ayudan a prevenir conductas de riesgo:
Los adolescentes necesitan saber que hay adultos presentes y disponibles, aunque parezcan rechazar todo contacto. El vínculo no se rompe, se pone a prueba.
Muchas familias llegan a consulta agotadas, culpables o desesperadas. Lo importante es saber que no es tarde. La adolescencia es una etapa flexible y moldeable. Incluso cuando los problemas se han cronificado, aún hay margen para el cambio si se actúa con firmeza, sensibilidad y acompañamiento profesional.
A veces, también es necesario que los padres reciban orientación individual. Entender las propias emociones, revisar los estilos educativos y aprender nuevas formas de comunicación puede marcar una gran diferencia.
No te encierres en el silencio ni normalices lo que te duele. Si notas que tu hijo o hija está en una espiral de conflicto, si hay gritos, tensión o angustia en casa, pide ayuda. No estás sola. No estás solo.
En Neuromed, contamos con un equipo especializado en salud mental infanto-juvenil. Podemos ayudarte a comprender lo que ocurre, evaluar la situación y crear un plan de intervención adaptado a tu familia. Solicita una primera consulta y da el paso hacia una convivencia más sana y consciente.
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